La escritura supone una habilidad vital en el mundo en el que vivimos. No solo en el ambiente educativo, donde la capacidad de expresarse de forma escrita es esencial, sino también en cualquier ámbito social en el que no encontremos inmersos.
No hay que olvidar que la capacidad de expresarnos por medio de la escritura supone una forma de comunicación y de relación con el entorno. Aunque el predominio de los sistemas de comunicación lo ostenta la forma oral, no podemos obviar que la expresión escrita supone también una vía importante de transmisión de información.
Una vez aclarada la importancia de la escritura como medio para comunicarse, es fácil darse cuenta de las muchas limitaciones que supone el hecho de no controlar de forma adecuada este sistema comunicativo.
Por todos estos motivos, las habilidades de lectura y escritura son de los primeros aprendizajes que se realizan dentro del sistema educativo; una vez adquiridos estos servirán de base para la consecución de objetivos y una comunicación de mayor complejidad.
Dentro de las dificultades que puede presentar una persona en relación a la escritura, podemos citar, entre otras, la disgrafía. En este artículo intentaremos explicar de forma pormenorizada en qué consiste este trastorno.
Cuando hablamos de disgrafía nos estamos refiriendo a una dificultad manifiesta de una persona para escribir de forma adecuada, ya sea por cuestiones ortográficas, caligráficas, o de ambas de forma simultánea. Por tanto, nos enfrentamos a un trastorno de la expresión escrita que es incluido dentro de los trastornos específicos del aprendizaje.
Este trastorno suele presentarse de forma frecuente en comorbilidad con otros trastornos como son la discalculia (dificultad para realizar cálculos matemáticos), o la dislexia (dificultad que afecta a la lectoescritura).
Son varios los componentes de la escritura que pueden verse afectados por la presencia de este trastorno. Esta variabilidad en el origen de la disgrafía supone también como consecuencia un abanico muy extenso de síntomas y señales que se relacionan con ella.
Los síntomas más comunes que podemos encontrar en una persona con disgrafía son los siguientes:
Aún no se conoce de forma exacta cuál es la causa subyacente a la aparición de la disgrafía, aunque lo que se considera más probable es que este trastorno del aprendizaje sea fruto de la interacción de varios factores.
Algunas de las posibles causas que pueden dar origen a la disgrafía son las siguientes:
Se pueden diferenciar dos tipos de disgrafía:
Una de las principales consecuencias que suele tener la disgrafía es que supone un descenso importante del ritmo de aprendizaje de los niños y niñas. Ya hemos comentado que en nuestro sistema educativo la escritura juega un papel fundamental y por ese motivo si el aprendizaje no se controla de forma adecuada podría dificultar la adquisición de nuevos contenidos.
En este sentido también se podría ver reducida la capacidad de comunicación con su entorno, no solo a nivel educativo sino también a nivel social.
Por otro lado, cuando el niño intenta escribir de forma correcta le supone un esfuerzo considerable, el cual conlleva una mayor fatiga que a sus compañeros de clase. Además, la fatiga se suele asociar con una mayor falta de atención debido a la imposibilidad para seguir el ritmo normal de la clase.
Otra consecuencia posible es el rechazo a la escritura, o a cualquier actividad que conlleve escribir. La frustración por no poder controlar de forma adecuada algo que a sus compañeros les resulta tan sencillo puede llegar a ser un factor importante en el desarrollo de un niño. El hecho de intentar escribir puede generar ansiedad y malestar, además de estar directamente relacionado con una baja autoestima.
Todos estos factores, baja autoestima, falta de interés, frustración, ansiedad y rechazo a la escritura pueden acabar desembocando en el abandono de los estudios por parte de la persona afectada.
Al ser un trastorno que tiene que ver con la habilidad de escritura normalmente se suele detectar en la edad escolar. La detección precoz resulta vital no solo para evitar que se acumulen las consecuencias negativas de este trastorno sino también para poder comenzar con la intervención lo antes posible.
El objetivo de la intervención estará encaminado a compensar la situación de desventaja en la que el niño se encuentra en un esfuerzo extra por su parte para dominar la escritura. Este esfuerzo estará supervisado por un profesional, el cual por medio de técnicas de aprendizaje y entrenamiento adecuadas no solo conseguirá la mejora de la escritura sino también evitar el agotamiento y la frustración.
Para trabajar con personas con disgrafía la principal técnica de intervención es el encadenamiento. Consiste en la descomposición de una conducta compleja en varias simples. Se van aprendiendo cada uno de los pasos por separado y se van combinando hasta llegar a la conducta final.
La intervención con personas con disgrafía no solo debe ir encaminada al entrenamiento y perfeccionamiento de la escritura sino también a intentar eliminar algunas de las dificultades asociadas como pueden ser la baja autoestima, las falsas creencias o los pensamientos negativos.
También es recomendable que hasta que el niño no controle la escritura lo suficiente como para equipararse al ritmo de sus compañeros, se usen métodos de evaluación alternativos a las pruebas escritas, como pueden ser los exámenes orales o de alternativa múltiple. De esta forma nos aseguramos que el aprendizaje siga avanzando y, en la medida de lo posible, preservamos también la autoestima y la autoeficacia del niño.
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