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Disgrafía

25 Febrero 2020

La escritura supone una habilidad vital en el mundo en el que vivimos. No solo en el ambiente educativo, donde la capacidad de expresarse de forma escrita es esencial, sino también en cualquier ámbito social en el que no encontremos inmersos.

 

No hay que olvidar que la capacidad de expresarnos por medio de la escritura supone una forma de comunicación y de relación con el entorno. Aunque el predominio de los sistemas de comunicación lo ostenta la forma oral, no podemos obviar que la expresión escrita supone también una vía importante de transmisión de información.

Una vez aclarada la importancia de la escritura como medio para comunicarse, es fácil darse cuenta de las muchas limitaciones que supone el hecho de no controlar de forma adecuada este sistema comunicativo.

Por todos estos motivos, las habilidades de lectura y escritura son de los primeros aprendizajes que se realizan dentro del sistema educativo; una vez adquiridos estos servirán de base para la consecución de objetivos y una comunicación de mayor complejidad.

Dentro de las dificultades que puede presentar una persona en relación a la escritura, podemos citar, entre otras, la disgrafía. En este artículo intentaremos explicar de forma pormenorizada en qué consiste este trastorno.

 

¿Qué es la disgrafía?

Cuando hablamos de disgrafía nos estamos refiriendo a una dificultad manifiesta de una persona para escribir de forma adecuada, ya sea por cuestiones ortográficas, caligráficas, o de ambas de forma simultánea. Por tanto, nos enfrentamos a un trastorno de la expresión escrita que es incluido dentro de los trastornos específicos del aprendizaje.

Este trastorno suele presentarse de forma frecuente en comorbilidad con otros trastornos como son la discalculia (dificultad para realizar cálculos matemáticos), o la dislexia (dificultad que afecta a la lectoescritura).

 

¿Cuáles son los síntomas de la disgrafía?

Son varios los componentes de la escritura que pueden verse afectados por la presencia de este trastorno. Esta variabilidad en el origen de la disgrafía supone también como consecuencia un abanico muy extenso de síntomas y señales que se relacionan con ella.

Los síntomas más comunes que podemos encontrar en una persona con disgrafía son los siguientes:

  • Una caligrafía que destaca por ser inconsistente y con una forma que dificulta su lectura.
  • Problemas para acentuar las palabras.
  • Una mala gestión de los espacios entre palabras, frases, renglones y párrafos.
  • Mala utilización de los signos de puntuación.
  • Presencia de problemas gramaticales.
  • Sustitución de unas letras por otras.
  • Uniones extrañas entre las palabras.
  • Posición inadecuada del bolígrafo o lápiz en la mano.

 

¿Cuáles son las causas de la disgrafía?

Aún no se conoce de forma exacta cuál es la causa subyacente a la aparición de la disgrafía, aunque lo que se considera más probable es que este trastorno del aprendizaje sea fruto de la interacción de varios factores.

Algunas de las posibles causas que pueden dar origen a la disgrafía son las siguientes:

  • Causas neurológicas: en ocasiones la dificultad para la escritura tiene su origen en algún tipo de deficiencia de tipo neuronal que no permite a la persona organizar de forma adecuada la información almacenada. Por este motivo, una persona con disgrafía no es capaz de plasmar la información por escrito. No tiene porqué tratarse necesariamente de un problema neurológico grave.
  • Causas psicomotrices: en las etapas en las que se produce el desarrollo no todos los niños evolucionan al mismo ritmo, y no todos alcanzan la misma precisión psicomotriz. Es posible que exista alguna alteración en ese desarrollo y como consecuencia de ella el niño o la niña no sean capaces de coordinar de forma adecuada los movimientos del brazo y de la mano. Esta falta de coordinación provoca que se escriba más lento y que se produzcan problemas de aprendizaje por la frustración que esto les provoca.
  • Los ambidiestros: ser ambidiestro supone un caso especial de disgrafía. Se suele presentar en personas zurdas o ambidiestras a las que se les ha obligado a escribir con la mano derecha. Esto ocurre porque la orden que se genera en el cerebro y la ejecución motora de esa orden no coinciden y esto provoca confusión, y una consecuente alteración en el proceso de escritura.

 

¿Cuáles son los tipos de disgrafía?

Se pueden diferenciar dos tipos de disgrafía:

  • Disgrafía motriz: este tipo de disgrafía viene provocada por trastornos psicomotores. La persona comprende de forma adecuada la relación que existe entre los sonidos y su representación gráfica pero presenta dificultades al escribir debido a una motricidad deficiente.
  • Disgrafía específica: se manifiesta como una mala percepción de las formas y, en determinadas ocasiones, también puede aparecer como una desorientación tanto espacial como temporal. También puede aparecer junto con trastornos del ritmo. Los problemas en la escritura vienen producidos por una excesiva rigidez muscular, falta de impulsividad, falta de habilidad, exceso de meticulosidad y lentitud.

 

¿Cuáles son sus consecuencias?

Una de las principales consecuencias que suele tener la disgrafía es que supone un descenso importante del ritmo de aprendizaje de los niños y niñas. Ya hemos comentado que en nuestro sistema educativo la escritura juega un papel fundamental y por ese motivo si el aprendizaje no se controla de forma adecuada podría dificultar la adquisición de nuevos contenidos.

En este sentido también se podría ver reducida la capacidad de comunicación con su entorno, no solo a nivel educativo sino también a nivel social.

Por otro lado, cuando el niño intenta escribir de forma correcta le supone un esfuerzo considerable, el cual conlleva una mayor fatiga que a sus compañeros de clase. Además, la fatiga se suele asociar con una mayor falta de atención debido a la imposibilidad para seguir el ritmo normal de la clase.

Otra consecuencia posible es el rechazo a la escritura, o a cualquier actividad que conlleve escribir. La frustración por no poder controlar de forma adecuada algo que a sus compañeros les resulta tan sencillo puede llegar a ser un factor importante en el desarrollo de un niño. El hecho de intentar escribir puede generar ansiedad y malestar, además de estar directamente relacionado con una baja autoestima.

Todos estos factores, baja autoestima, falta de interés, frustración, ansiedad y rechazo a la escritura pueden acabar desembocando en el abandono de los estudios por parte de la persona afectada.

 

¿Cuáles son los tratamientos?

Al ser un trastorno que tiene que ver con la habilidad de escritura normalmente se suele detectar en la edad escolar. La detección precoz resulta vital no solo para evitar que se acumulen las consecuencias negativas de este trastorno sino también para poder comenzar con la intervención lo antes posible. 

El objetivo de la intervención estará encaminado a compensar la situación de desventaja en la que el niño se encuentra en un esfuerzo extra por su parte para dominar la escritura. Este esfuerzo estará supervisado por un profesional, el cual por medio de técnicas de aprendizaje y entrenamiento adecuadas no solo conseguirá la mejora de la escritura sino también evitar el agotamiento y la frustración.

Para trabajar con personas con disgrafía la principal técnica de intervención es el encadenamiento. Consiste en la descomposición de una conducta compleja en varias simples. Se van aprendiendo cada uno de los pasos por separado y se van combinando hasta llegar a la conducta final.

La intervención con personas con disgrafía no solo debe ir encaminada al entrenamiento y perfeccionamiento de la escritura sino también a intentar eliminar algunas de las dificultades asociadas como pueden ser la baja autoestima, las falsas creencias o los pensamientos negativos.

También es recomendable que hasta que el niño no controle la escritura lo suficiente como para equipararse al ritmo de sus compañeros, se usen métodos de evaluación alternativos a las pruebas escritas, como pueden ser los exámenes orales o de alternativa múltiple. De esta forma nos aseguramos que el aprendizaje siga avanzando y, en la medida de lo posible, preservamos también la autoestima y la autoeficacia del niño.

 

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