La estimulación cognitiva es, desde hace tiempo, uno de los principales exponentes de las terapias no farmacológicas a la hora de paliar los efectos de algunas demencias, o trastornos que supongan una merma en las capacidades cognitivas.
Tradicionalmente estas terapias se han realizado con lápiz y papel a través de fichas pero las nuevas tecnologías han abierto un nuevo mundo de oportunidades a estas técnicas permitiendo mejorar tanto la intervención como el seguimiento y la motivación de los usuarios.
Una de los conceptos clave de toda la literatura científica que rodea a la estimulación cognitiva es “plasticidad neuronal”. Hasta hace no mucho existía la creencia generalizada de que el cerebro se formaba en la infancia y se mantenía prácticamente inalterable durante el resto de la vida, pero esta afirmación no es ni mucho menos acertada.
La realidad es que en el cerebro no hay un cableado fijo entre neuronas. Cada neurona es un objeto independiente que tiende a asociarse con otras neuronas con las que tiene una comunicación abundante, pero lo curioso es que esta conexión no tiene que ser permanente y la neurona, si empieza a asociarse más con otra neurona es capaz de incluso modificar su estructura para permanecer más cerca de las neuronas con las que se asocia más a menudo.
Si cada neurona es capaz de realizar este proceso, gracias al cual somos capaces de aprender, es fácil entender que nuestro cerebro es una estructura en movimiento y eso es lo que trata de aprovechar la estimulación cognitiva, por un lado reforzando las conexiones existentes y por otro creando conexiones nuevas para suplir aquellas que han quedado inutilizadas de algún modo.
A grandes rasgos, el objetivo de estas terapias es proponer a los usuarios una serie de tareas que estimulen áreas funcionales del cerebro. Es decir, se pretende que realicen ejercicios mentales donde se demanda la implicación de los distintos procesos cognitivos que se desean estimular.
Lo más difícil, y aquí es donde se encuentra la necesidad de que sea un terapeuta el que organiza las intervenciones es decidir la duración y frecuencia de las sesiones, seleccionar las tareas apropiadas y el grado de dificultad de éstas, para que esta intervención sea lo más eficaz posible.
No hay que olvidar que para desenvolvernos en el mundo que nos rodea no vale sólo con tener buena memoria, prestar atención a las cosas o ser capaces de asociar palabras a conceptos sino que todas estas funciones deben coexistir y aportar su granito de arena para que podamos interactuar correctamente con el entorno. Lo que se persigue con este tratamiento, por tanto, es que el paciente refuerce por un lado las funciones cognitivas que están menos afectadas para poder apoyarse en ellas y por otro intentar crear esos nuevos circuitos (conexiones sinápticas) que permitan sustituir en sus funciones a las áreas dañadas.
Las nuevas tecnologías llevan mucho tiempo en el campo de la estimulación cognitiva, el problema es que en muchos casos el acceso a estas terapias ha estado en su inicio muy vinculado a la investigación, y posteriormente el acceso ha sido relativamente difícil debido a que los programas profesionales eran caros y necesitaban ejecutarse en equipos adaptados, con pantallas táctiles por ejemplo, para permitir su uso a personas que no están digitalmente alfabetizadas.
Las nuevas tecnologías móviles entre otras causas, permiten un abaratamiento de su implantación, lo que de alguna forma abre las puertas a que estos tratamientos puedan llegar a más población, e incluso posibilitar la intervención en el entorno doméstico.
Son muchas las oportunidades que brinda en este campo las nuevas tecnologías.
Por una parte, hay muchas tareas de entrenamiento cognitivo que no son implementables en papel, porque requieren presentación de estímulos en movimiento, o la inhibición y presentación demorada de ciertos elementos. En general los soportes digitales permiten una interacción más amplia, y son fundamentales para poder trabajar ciertas tareas de percepción, atención, memoria de trabajo o funciones ejecutivas.
También permiten un mayor dinamismo, en cuanto a configuración y manipulación de la dificultad, así como también permiten que se generen de forma aleatoria en base a unos ítems o a una biblioteca de recursos, evitando así el factor aprendizaje.
Por otra parte, a nivel de registro de métricas, o indicadores que permitan hacer un seguimiento en la evolución del desempeño de las tareas, los soportes digitales ofrecen grandes ventajas sobre el papel, al ofrecer información de manera inmediata sin necesidad de ninguna revisión.
Por último, el usuario final, el paciente, percibe este tipo de soporte como una tarea más atractiva y lúdica, por lo que a nivel emocional y motivacional suelen tener mejor resultado que el lápiz y papel.
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