Hemos escuchado en multitud de ocasiones diversos mitos sobre la capacidad real de nuestro cerebro, o sobre si sólo usamos sólo un 10% de él. Mitos que han sido de sobra desmentidos por la ciencia.
Esta semana, el medio británico BBC en su edición digital, se hacía eco de un hallazgo que puso de manifiesto el tremendo potencial real de nuestro cerebro para almacenar recuerdos.
Y aunque no cita a los investigadores ni al centro investigador, nos va a servir para comentarlo y sobre todo para hablar de cómo se forman los recuerdos y cómo funciona la memoria.
También aquí convivimos con multitud de mitos y visiones simplistas. La más generalizada es considerar al cerebro una especie de almacén de recuerdos, o la versión más evolucionada, que es compararlo a un computador donde conviven la memoria a largo plazo (que sería el disco duro) y la memoria de trabajo (que podría ser la memoria RAM).
Pero esto no es para nada así. La realidad es más compleja y quizás para evitar ese ejercicio de abstracción, preferimos explicar el funcionamiento de nuestro cerebro con modelos más tangibles.
Lo cierto es que almacenar recuerdos es física y biológicamente imposible. Lo que el cerebro consolida en la memoria son “patrones de funcionamiento”, es decir, la forma en que grupos específicos de neuronas se activan cada vez que aprendemos algo nuevo.
La generación de un nuevo recuerdo requiere el ajuste entre las conexiones de las neuronas. Cada nuevo recuerdo realiza algunos cambios en la forma en que se comunican las neuronas del cerebro, a través de la sinapsis. Finalmente, para construir recuerdos que duren años las neuronas, deben crear nuevas proteínas.
Lo que el cerebro guarda es la frecuencia, amplitud y secuencia particular de los circuitos neuronales que participan en el aprendizaje. No se almacena un hecho concreto, sino la forma en cómo funciona el sistema ante ese hecho concreto.
Cuando un recuerdo vuelve a la memoria es como empezar todo el proceso desde el principio, creando nuevas proteínas. Es importante destacar aquí que no recuperamos el recuerdo tal cual se almacenó, sino que lo reconstruimos en nuestra imaginación a partir de la reactivación de los patrones de funcionamiento correspondientes.
En su día, comentábamos que "el cerebro nos engaña" y hablábamos de este hecho. Es decir, que cada vez que recordamos algo lo reconstruimos, y está ampliamente demostrado en multitud de experimentos que no recordamos las cosas tal cual ocurrieron, es más que a medida que las recordamos las transformamos. Esto ocurre porque el mecanismo de evocación se da en bloque, y trae consigo otros recuerdos que se han filtrado, es lo que se conoce como interferencia.
Este fenómeno ocurre porque el cerebro se encuentra permanentemente recibiendo información nueva, consolidando aprendizajes para lo cual muchas veces recurre a los mismos circuitos neuronales que están siendo utilizados para otros aprendizajes.
Para entender el hallazgo, vamos a centrarnos en el mecanismo de comunicación entre neuronas que hemos citado de soslayo: la sinapsis.
Asemejando la sinapsis a las voces con las que se comunican entres sí las neuronas, lo que estos científicos han hallado es que existen distintos volúmenes, desde susurros hasta gritos. Por así decirlo la intensidad es variable, constatando que a mayor volumen, mayor capacidad de generar recuerdos existirá.
En total, han identificado hasta 26 fuerzas sinápticas distintivas.
Haciendo una analogía con la capacidad de las computadoras, con esas 26 “voces” se podrían codificar 4,7 bits, que sería la capacidad de cada uno de los espacios sinápticos.
Se estima que son cerca de 100 mil millones (10 elevado a 11) las neuronas que puede tener el cerebro adulto, y que la cantidad de espacios sinápticos es aún mayor. Además estos espacios albergan otro tipo de sucesos, como la emisión y captación de neurotransmisores con las neuronas que comparten el espacio sináptico, que dependiendo del tipo y cantidad harán que las neuronas se activen siguiendo uno u otro patrón.
Por tanto, aunque en el citado artículo se tase en 10 elevado a 15 bytes, basta con reconocer que la capacidad de nuestro cerebro es equiparable o incluso superior a la de cualquier supercomputador.
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