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Las emociones frente a la razón

18 Abril 2017

Las emociones son tan importantes que incluso, la Biología y la Neurología han explicado que la primera respuesta de todo ser humano frente a un estímulo es emocional. Sentimos el miedo antes de que se presente una situación específica. Las emociones nos han permitido evolucionar como especie.

En los últimos años se ha comprobado que las personas con mejores recursos emocionales tienen más posibilidades de tener éxito en ámbitos como la salud, el trabajo o las relaciones de pareja.

 

Las emociones juegan un papel destacado en nuestra salud.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) más del 70% de las enfermedades no responden a causas biológicas, sino que tienen mucho que ver con estilos de vida y elementos psicosomáticos. Por ejemplo, el estrés termina debilitando el sistema inmunológico.

Para evitar todo esto, tenemos que reconocer la importancia de las emociones en nuestras vidas. Somos seres emocionales y tenemos que integrar racionalidad con emoción.

Recordemos que las emociones son neutras, ni buenas ni malas. Son un conjunto de señales internas que hablan de nuestras necesidades más profundas. Por eso, debemos hacer esa vinculación. Identificar esas emociones, comprenderlas y canalizar toda esa energía emocional para llegar a la acción.

Según el sociólogo chileno César Molina Varela, quien lleva trabajando 25 años en la educación emocional:

“No podemos inventarnos emociones, y tampoco negarlas. La censura emocional nos daña. Ellas vienen y si las manejamos bien, se van solitas. La idea es no quedarse pegado en alguna, sino dejarlas fluir.”

 

Qué es la educación emocional.

Es un enfoque educativo en donde lo central es comprender que el mundo emocional es la base de los procesos de aprendizaje y de transformación personal y social. Durante 500 años se sobrevaloró el mundo racional. Desde hace 3 décadas se habla más del mundo emocional.

Según el citado autor chileno:

El aprendizaje depende de cómo el profesor y el estudiante manejan o interpretan el ambiente emocional en el aula. Un docente que no sepa regular su propio mundo emocional, no conectará con el mundo emocional de sus alumnos y, por lo tanto, no desarrollará buenos procesos de aprendizaje.

Si el clima en el aula es amenazante, la respuesta del niño será protegerse y no estará abierto al aprendizaje. Cuando uno tiene miedo o inseguridad, se gasta más energía en protegerse que aprender, hay menos oxigenación en el cerebro y se hacen menos conexiones neuronales. Por eso, el maestro debe generar un clima acogedor, positivo y alegre.

La educación tradicional, lamentablemente, hace todo lo contrario. Quizás la solución esté en que los docentes se eduquen emocionalmente.

 

¿Podrían separarse racionalidad y emoción?

Lo explica muy bien Ignacio Morgado (Director del Instituto de Neurociencia de la UAB):

Imaginemos a un gran estratega del deporte, a un entrenador de fútbol. ¿Hasta dónde pueden llegar sus ingeniosos aciertos racionales en la organización del juego si no dispone de grandes jugadores, altamente capacitados e implicados? ¿Cuáles pueden ser sus éxitos sin esa poderosa disponibilidad?

Pues eso es precisamente lo que le ocurre a la razón, que perdería su eficacia si no dispusiera de un poderoso ejército de emociones.

La inteligencia y la racionalidad necesitan ejecutores potentes y cualificados para ser efectivas y alcanzar logros. Sin esos ejecutores carecen de eficacia.

Imaginemos ahora el mejor automóvil del mundo, el más potente y sofisticado, capaz de viajar a increíbles velocidades, pero que no dispusiera de frenos. Sería un peligro y muy posiblemente un desastre.

Eso es precisamente lo que muchas veces le ocurre a las emociones, que se desbordan irrefrenables porque esa es su naturaleza ya que fueron concebidas por la selección natural para ser rápidas y proteger a sus portadores.

Así fue hasta que con el desarrollo de la neocorteza cerebral apareció la razón y con ella la posibilidad de frenar el comportamiento emocional cuando resulta inconveniente.

Sin embargo, la razón nació con un importante defecto, y es que necesita tiempo y no siempre se lo damos. Si lo hiciésemos, triunfaría siempre, o casi siempre.

La razón sin emociones sería como un general sin ejército. La emoción sin razón sería como un coche sin frenos. Van de la mano, se necesitan, son inseparables.

 

REFERENCIAS:

  1. La Nación. Entrevista a César Molina Varela. 16-04-2017.
  2. El País - Ciencia. ¿Pueden separarse emoción y razón? 05-04-2017.
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