Las investigaciones han demostrado que las TNF pueden ser tan efectivas o más que el uso de fármacos para mejorar la calidad de vida de las personas con demencia y sus cuidadores
En la atención a diversas patologías asociadas al deterioro cognitivo, pero especialmente en el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas (e incurables a día de hoy) como el Alzheimer, existen una serie de terapias basadas en distintas técnicas que tienen por objeto la mejora de la calidad de vida del paciente, y que en ningún caso emplea agente químico.
Estos tratamientos reciben el nombre de Terapias No Farmacológicas (TNF).
Según el Dr. Javier Olazarán (neurólogo y director científico de la Fundación María Wolf), se entiende por Terapias No Farmacológicas “Cualquier intervención no química, teóricamente sustentada, focalizada y replicable, realizada sobre el paciente o el cuidador y potencialmente capaz de obtener un beneficio relevante”.
En ocasiones, también es posible encontrar el término “Intervenciones Psicosociales”, y su uso en demencias es muy extendido. Este tipo de intervenciones, como se ha destacado anteriormente, buscan aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de las personas afectadas y de sus familias.
Las investigaciones han demostrado que las TNF pueden ser tan efectivas o más que el uso de fármacos para mejorar la calidad de vida de las personas con demencia y sus cuidadores y para el tratamiento de algunos de los principales síntomas de esta enfermedad.
No obstante, también está muy extendida entre personas diagnosticadas de Alzheimer la combinación de tratamientos farmacológicos (inhibidores de la colinesterasa o memantina, entre otros) y no farmacológicos (p.e. estimulación cognitiva).
A grandes rasgos, estos tratamientos pretenden la mejora de la calidad de vida del paciente y el cuidador, evitando por otra parte posibles efectos secundarios asociados al uso de fármacos. Específicamente podríamos señalar los siguientes beneficios esperados:
Es importante, para el aseguramiento de una correcta aplicación, maximizando su eficacia que sean supervisadas y desarrolladas por profesionales.
En función de la persona que recibe esta terapia, podemos establecer la siguiente clasificación:
Paciente
Cuidador
En los siguientes epígrafes vamos a detallar cada una de las terapias no farmacológicas centradas en el paciente.
Con estimulación cognitiva nos referimos a una serie de técnicas y estrategias cuyo objetivo se centra en conseguir la mejora de las funciones cognitivas y la optimización de su rendimiento potenciando las capacidades preservadas y persiguiendo frenar en lo posible la progresión del deterioro.
Es un proceso individualizado y adaptado, que parte de un análisis detallado, y que normalmente incluye un diagnóstico clínico y una valoración neuropsicológica.
Los programas de estimulación cognitiva son sistemáticos y estructurados, y constan de ejercicios que pretenden la estimulación de distintos dominios cognitivos: atención, memoria, funciones ejecutivas, lenguaje, cálculo, razonamiento, etc.
Estos ejercicios o actividades pueden ser realizadas a través de fichas (lápiz y papel) o a través de componentes electrónicos (por ordenador / tablet / smartphone). En este segundo caso se le conoce como estimulación cognitiva computarizada y ofrecen mayores prestaciones en cuanto a variedad de ejercicios, feedback, implementación de niveles de dificultad o recogida de datos.
Las tareas suelen demandar la implicación de varios procesos cognitivos de forma coordinada, por lo que no existe una estimulación pura y aislada de un solo proceso, pero esta interrelación es positiva, puesto que las actividades cotidianas demandan los procesos de la misma forma.
También existe la modalidad de estimulación cognitiva grupal, o los denominados “talleres de memoria” donde el componente de individualización no es tan prioritario, buscándose en estos casos también implicación social.
Las técnicas de orientación a la realidad tienen sus inicios en los trabajos del psiquiatra James C. Folsom a finales de la década de 1950, que estableció un método dirigido a aumentar la calidad de vida de personas ancianas que presentan estados de confusión. La técnica se fue conformando y estructurando con posterioridad, y fue una de las primeras terapias psicosociales sistematizadas que se aplicaron en contextos institucionales. Utilizada en el tratamiento de la confusión y de las alteraciones de la orientación y la memoria (su aplicación contribuye a superar problemas surgidos en la memoria a corto y medio plazo), se fundamenta en la presentación de información relacionada con la orientación en el tiempo, el espacio y la propia identidad, con el objetivo de proporcionar a la persona comprensión acerca de sí misma y de lo que la rodea, lo que favorece la integración del sujeto en su medio y el aumento de la autoestima y el bienestar.
Su metodología se asienta básicamente en dos formas de abordaje:
Orientación a la realidad. Se realiza en sesiones con una duración de entre 30 y 60 minutos. Estas sesiones se desarrollan de forma individual o en pequeños grupos, y se llevan a cabo varias veces a la semana siguiendo más o menos el mismo esquema organizativo de tareas por «bloques»: actividades de orientación de la persona; orientación en el espacio, y orientación en el tiempo. Pueden distinguirse, según el estado de los pacientes, tres niveles de intervención (Peña-Casanova, 1999):
Como herramientas de trabajo se utilizan habitualmente materiales de diversa índole: calendarios, láminas, materiales para el registro (cuadernos, diarios, agendas) relojes, etc.
Orientación a la realidad durante veinticuatro horas. En este caso, la orientación se desarrolla a lo largo de todo el día y participan todas las personas que están en contacto habitual con el paciente: familiares, cuidadores, profesionales, etc. Se trata de suministrar a la persona información que la ayude a estar ubicada constantemente en el tiempo y en el espacio. En un primer momento la intervención consistía en ofrecer al paciente información aprovechando cualquier oportunidad; más recientemente, la orientación se ofrece sólo cuando es solicitada por el paciente, ante cualquier duda de éste y apoyándole para que intente o pueda encontrar la respuesta por sí mismo.
La terapia de reminiscencia o “terapia del recuerdo” tiene su origen en las aportaciones de Butler, a quien se debe el concepto de “revisión de vida”.
Él definió como “un proceso mental que ocurre de manera natural, en el cual se recuperan experiencias pasadas y conflictos sin resolver” (Butler, 1963).
Esta técnica se basa fundamentalmente en la realización de sesiones (individuales o grupales) en las que se estimula a los participantes a recordar hechos y acontecimientos personales o sociales del pasado.
Es una terapia ampliamente usada en personas con deterioro cognitivo o demencias, y pretende activar la memoria biográfica del paciente, si bien no está dirigida a potenciar aspectos cognitivos.
Otros autores han definido también los objetivos de esta terapia:
Sobre su metodología o implementación, existen técnicas específicas, como la elaboración de un libro de la vida.
Suelen utilizarse como herramientas: conversaciones informales, canciones, fotografías, películas, olores, sonidos, imágenes, etc. Se recomienda el uso de objetos reales con un aspecto lo más similar posible al original, y preferentemente personales.
También se utilizan técnicas, herramientas o materiales basados en antiguas habilidades personales, relacionadas con el oficio desempeñado.
Es una técnica de uso cada vez más frecuente, sobre todo en los casos de demencias en fases muy avanzadas en las que las funciones cognitivas superiores se encuentran muy deterioradas. Consiste en la estimulación de los receptores sensoriales con el objetivo de favorecer las operaciones cognitivas, lograr una mayor respuesta del paciente y mejorar el conocimiento sobre sí mismo y el entorno. Se incide también en la mejora de la afectividad y la conducta.
Esta técnica se apoya en el uso de estímulos de tipo sensorial, como luces, sonidos, olores o tacto. Se utilizan diversos soportes, aparatos o técnicas, que varían en función del estado del paciente
Una metodología muy extendida es el uso de salas “snoezelen” (imagen de portada), que se fundamenta en el Modelo de Integración Sensorial desarrollado por Anne Jean Ayres, terapeuta ocupacional y neurocientífica estadounidense. Según este modelo, nuestro cerebro se encarga de organizar las sensaciones que recibe de la propia persona y de su entorno, haciendo posible utilizar el cuerpo de manera eficaz en su contexto para producir conductas adaptativas y aprendizaje.
Específicamente, se trata de proporcionar al paciente información emitida desde diversos canales, y se fundamenta en la necesidad de las personas con demencia de recibir múltiples pistas sensoriales que les faciliten la comprensión de lo que está percibiendo.
A diferencia de las técnicas anteriores, más asociadas al área de la neuropsicología o la psicología clínica en general, esta terapia se encuadra de una manera más clara en el ámbito de la terapia ocupacional.
Consiste en la práctica guiada (a través del mínimo de ayuda posible) de actividades de la vida diaria, con el objetivo de maximizar el nivel de autonomía e independencia del usuario.
Estas actividades pueden ser básicas: comer, vestirse, peinarse, etc, o instrumentales: manejo de dinero, realizar compras, usar transporte público etc.
Podemos definirla como la aplicación de música de forma estructurada con el objetivo de estimular cognitiva y emocionalmente al paciente.
Metodológicamente consiste en trabajar la comunicación y la expresión de emociones de los pacientes a través de la música. Aunque también se aplica como terapia de reminiscencia cuando se usa música significativa para el paciente que le permite estimular la memoria episódica y autobiográfica y el lenguaje.
Beneficios esperados:
Consiste en actuaciones dirigidas a reforzar las conductas adaptadas y modificar las desadaptadas a través del empleo de técnicas específicas.
Esta técnica trata de modificar o cambiar del medio externo y/o la utilización de dispositivos o materiales con el fin de recuperar o mantener la actividad funcional del paciente (colocación de letreros, pictogramas, uso de agendas, calendarios, etc.).
Consiste en la estimulación de las capacidades intelectuales mediante el movimiento. Recurre a herramientas como el ritmo, el equilibrio, el tono muscular, la respiración, etc. Favorece la estimulación sensorial, facilita la expresión y la comunicación a través del lenguaje corporal y fomenta, entre otras, la motricidad fina y las destrezas manuales.
Utilización de animales de compañía (perros, gatos, etc.) para motivar al paciente y provocar una mejoría global (cognitiva, afectiva y social).
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