El artículo de hoy lo dedicamos a hablar de uno de los proyectos más ambiciosos, innovadores y controvertidos de las nuevas tecnologías y las neurociencias.
Se trata de las startup Neuralink, propiedad del también famoso y controvertido Elon Musk (fundador de Tesla o Space X, creador de Hyperloop y presidente de SolarCity).
Más allá de todas aquellas expectativas futuristas sobre las posibilidades que el éxito de este proyecto nos puede brindar, vamos a centrarnos en qué es exactamente y qué es lo que pretenden con su desarrollo.
Este proyecto nace con un gran objetivo: “potenciar las capacidades cognitivas a través de la inteligencia artificial”.
El núcleo de su funcionamiento pasa por comprender qué es y en qué consiste lo que ellos denominan como Lazo Neuronal
En realidad, parte de una tecnología que ya existe. En 2015, un grupo de científicos de Harvard desarrolló una malla de electrodos que se despliega sobre la corteza cerebral mediante una inyección para estimular diferentes partes del cerebro.
El sistema que propone será capaz de implantar unos pequeños electrodos en el cerebro que podrían, en un futuro, llegar a descargar nuestros pensamientos.
Lo que se persigue con ello, es lograr una especie de simbiosis con las máquinas. Por ejemplo, para escribir ya no necesitaremos colocar nuestros dedos sobre el teclado. Simplemente, bastará con pensar lo que queremos escribir para que aparezca en la pantalla.
A corto plazo, pretende crear implantes que puedan usarse para tratar enfermedades como la epilepsia o la depresión. Pero su objetivo final es desarrollar una red neuronal que pueda implantarse en nuestro cerebro y que nos permita funcionar “mejor” gracias a la inteligencia artificial; una especie de médula electrónica.
En realidad no es una idea del propio Elon Musk, sino que se la “compró” a través de terceros a un par de investigadores neurotecnológicos. Se trataba del ingeniero eléctrico de Ohio (EEUU) Pedram Mohseni, profesor de la Universidad Case Western Reserve (EEUU), y su socio científico, Randolph Nudo, del Centro Médico de la Universidad de Kansas (EEUU),
En el año 2011, Mohseni y Nudo, empezaron a explorar una idea de un chip cerebral electrónico para tratar las lesiones cerebrales traumáticas.
Su idea: reestablecer las conexiones dañadas al grabar la actividad neuronal de una parte del cerebro y transmitirla a la otra. En 2013 llegaron a demostrar un prototipo capaz de ayudar a ratas con daños cerebrales.
Sin embargo, desde la adquisición por parte del gigante tecnológico, además de desarrollar nuevas estrategias para el tratamiento de enfermedades, también intentará fusionar la inteligencia humana con la artificial.
Si hablamos de implantes cerebrales, desde luego los creadores de NeuraLink no son los pioneros, es más, incluso algunos han llegado al mercado.
Es el caso de “Medtronic” por ejemplo, un “estimulador cerebral profundo” capaz de frenar los temblores de los pacientes de párkinson. El estimulador de Medtronic no es excesivamente puntero en lo que a tecnología se refiere, ya que se basa en un concepto de la década de 1980 y sólo emplea uno o dos electrodos para enviar continuamente descargas eléctricas al cerebro. De hecho, nadie sabe exactamente por qué funciona. Muy a groso modo, es el equivalente neurocientífico a golpear un televisor para ajustar la imagen. Sin embargo ha logrado un notable éxito comercial, ya que se ha implantado a más de 140.000 pacientes y esta empresa ingresa unos 470 millones de euros anuales en ventas.
Hace menos tiempo, una empresa llamada NeuroPace empezó a vender el primer implante cerebral “de bucle cerrado” para pacientes epilépticos. Representa un avance porque el dispositivo puede detectar una convulsión que se aproxima y enviar una descarga al cerebro para impedirla, lo que genera un bucle de control automático.
Pero otros esfuerzos no han tenido tanto éxito. La lista de empresas fallidas de interfaces cerebro-ordenador incluye a BrainGate y Northstar, una empresa que se liquidó en 2009 tras gastar casi 130 millones de euros un una iniciativa para ayudar a los pacientes a recuperarse de los ictus mediante un implante cerebral.
De salir adelante, el proyecto Neuralink podría traer ese futuro de implantes cibernéticos antes de lo que pensábamos. Y eso es lo que quieren Musk y los suyos, ya que la intención es la de lanzarlo en el mercado “en unos 4 años”, con la intención de que el dispositivo cerebral pueda servir para tratar males como las lesiones cerebrales severas.
Pero la cuestión es que a corto plazo podríamos tener en el mercado un hardware inalámbrico biocompatible que sería el inicio de una revolución tecnológica, en la que podríamos comunicarnos de forma remota sin el uso de móviles, y usar los ordenadores sin tocarlos. En pocas palabras, fusionarnos con una inteligencia artificial y no que la IA nos reemplace.
De hecho Elon Musk lleva tiempo advirtiendo sobre el peligro potencial de ceder el control a las inteligencias artificiales, de las que Google nos advierte que ahora mismo sólo podríamos desconectar a un 40% de todas las IAs del mundo.
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