Las Matrices Progresivas de Raven son unas pruebas de gran tradición y utilizadas en más de 100 países, miden la capacidad para dar sentido a un material desorganizado o confuso, es decir, constructos claramente no verbales que facilitan la captación de una estructura compleja.
¿Y si al solucionar una serie de patrones incompletos pudieras conocer cuál es tu capacidad de razonamiento abstracto?
Este tipo de razonamiento también forma parte de la inteligencia por lo que también podrías conocer cuán inteligente eres. ¿Te atreverías? Esto lo puedes conseguir realizando e interpretando el Test de Matrices Progresivas de Raven.
El conocido como test de Raven es una prueba que mide un componente elemental de la inteligencia, la capacidad de razonamiento abstracto. De manera general se conoce como un test de inteligencia puesto que desde su origen se creó con el objetivo de evaluar el conocido factor “G” identificado por Spearman (1923).
Para contextualizar el test de Raven tenemos que tener en cuenta que la inteligencia general se define como la capacidad para gestionar y adaptarse al entorno, es decir, captar la información que nos rodea, razonar, y generar alternativas y soluciones con el fin de actuar de manera efectiva en las diferentes situaciones del día a día. La inteligencia influye en todas las habilidades y procesos mentales.
Dependiendo de la aproximación podemos encontrar diferentes tipos de inteligencia. El test de Matrices de Raven se basa en la aproximación propuesta por Charles Spearman donde diferenció dos tipos de inteligencia: el factor “G”, como la capacidad general característica de las habilidades cognitivas humanas; y el factor “S”, como la habilidad especial o específica de cada individuo dependiente de la educación.
Algunos años más tarde, Raymond B. Cattell diferenció a través de análisis factoriales dos tipos de inteligencia, denominadas fluida y cristalizada. La inteligencia fluida hace referencia a la capacidad para adaptarse a contextos nuevos. Está fuertemente ligada a la herencia y es cambiante con la edad. Los nuevos aprendizajes y la experiencia no influyen directamente en ella.
Por otro lado, Cattell denominó inteligencia cristalizada a aquellas habilidades y aprendizajes adquiridos a lo largo del desarrollo y la experiencia. El contexto cultural es un factor relevante en el aumento de esta capacidad. También la inteligencia fluida influye en su adquisición puesto que puede modular el aprovechamiento de las situaciones de aprendizaje y la experiencia.
En 1938, el psicólogo inglés John C. Raven quiso elaborar una prueba capaz de evaluar la denominada inteligencia fluida, entendida como la capacidad general de adaptación libre de factores educativos y del lenguaje. Por ello creó una prueba estandarizada adecuada para medir este componente común a la inteligencia en un amplio rango de edad.
Aunque a juicio del autor el test no suponga una medida del factor “G” propuesto por Spearman, y tampoco considere la prueba como de inteligencia, sí asegura la evaluación del componente analítico que subyace a esos constructos. Este es la capacidad de dar sentido a una información desorganizada de manera lógica e inferir relaciones a partir de lo desconocido.
El Test de Matrices Progresivas de Raven se compone de diferentes diseños geométricos, o matrices, formados por elementos de carácter no verbal. Estos diseños están incompletos en una de sus partes. Para solucionar cada una de las matrices se ofrecen diferentes alternativas siendo solo una la que completa el diseño correctamente.
Las estrategias necesarias para solucionar el test se basan en la capacidad de abstracción y de interpretación global de la situación. La capacidad de razonamiento analógico se hace necesaria para poder interpretar cada una de las matrices y encontrar relaciones entre las formas del diseño y ordenar, así, la información para hallar la solución correcta.
En un primer momento se elaboró y tipificó una escala general capaz de evaluar a todo tipo de individuos. Años más tarde, la peculiaridad del ser humano hizo necesaria la creación de otras escalas adaptadas a otros tipos de población. Así, podemos encontrar al menos tres formas diferentes del test de Raven:
Durante muchos años se entendió que la inteligencia estaba fuertemente ligada a un componente genético, y por tanto inmutable. Años más tarde se observó que no solo los genes afectaban al desarrollo de la inteligencia. Así, al elaborar los test de matrices progresivas Raven pudo controlar la variabilidad de resultados debido a factores genéticos y a factores ambientales.
Raven era consciente de que es posible modular el efecto de la herencia genética con el efecto de la experiencia en el ambiente. De este modo, ambos factores influirían en los resultados del test.
La validez de esta prueba ha sufrido críticas debido a las bases en la interpretación de los resultados. En muchos casos los datos podrían haber sido tanto infravalorados como sobrevalorados. La actualización de los baremos y la consideración del contexto en el que se administra la prueba parece esencial para elaborar unas conclusiones válidas y fiables.
El desarrollo cognitivo y el desarrollo de la capacidad para organizar la información de manera lógica se ha visto asociado al tipo de actividades que los niños realizan desde edades tempranas. En muchos casos no se promueve el pensamiento crítico y autodirigido en los niños de tal modo que la capacidad de deducción y extracción de información y conclusiones va siendo mermada.
Como se ha visto la capacidad de razonamiento lógico es fundamental para el denominado pensamiento inteligente. Así, la práctica de actividades de exploración y descubrimiento son fundamentales para el desarrollo de la inteligencia, más aún si las actividades se realizan con la guía de un adulto que comprende y promueve las posibilidades del niño.
A pesar de demostrar la eficacia de los contextos proactivos en el desarrollo, existen detractores para el fomento de estas actividades puesto que se ha observado que los niños pueden puntuar por debajo de lo esperado en pruebas de evaluación académica.
La falta de consistencia entre el entrenamiento de la capacidad de razonamiento lógico y la evaluación académica podría estar causado por el tipo de pruebas sistemáticas y no lógicas que se emplean. El componente no verbal y libre del contexto educativo del test de Raven podría dar luz a estas discrepancias.
Cada una de las versiones del test de Raven está tipificada y baremada, de tal modo que para comprender sus resultados es necesario consultar los estándares en cada caso. También es esencial tener en cuenta la edad de individuo que realizó la prueba. Como es de esperar, no obtendremos las mismas conclusiones si comparamos a un adolescente con una persona cercana a la vejez.
Los baremos del test ofrecen unos valores estadísticos básicos (promedio y desviación típica) con los que poder comparar a un individuo, o a un grupo, con otros semejantes. Aunque de manera habitual es frecuente encontrar valores en percentiles que indican un punto de referencia frente a un grupo normalizado.
En estos casos, un percentil 95 indicaría que de 100 valores hay 95 que han obtenido puntuaciones inferiores, y tan solo 5 han obtenido una puntuación superior.
Aunque es fácil encontrar este tipo de dato en los numerosos test disponibles en la red, hay que tener cautela en su interpretación posterior puesto que es necesario conocer con qué grupo se está comparando el resultado y las características de dicho grupo.
Más allá de las peculiaridades de los seres humanos, los autores propusieron una escala de cinco grados de capacidad intelectual (Raven, y cols., 1996):
Se sabe que al practicar una actividad podemos mejorar la eficiencia y reducir el tiempo necesario para ella. Al practicar el test de Raven sucedería igual aunque no está del todo claro si esta mejora se transfiera al resto de actividades y contextos en los que es necesaria la capacidad de razonamiento lógico.
Los estudios experimentales respecto a la mejora del componente general de inteligencia que evalúa el test de Raven presentan discrepancias. Por un lado, no se observan mejoras tras programas de enriquecimiento cognitivo. Por otro lado, se ha visto que los niños que realizan algunos programas específicos de intervención sí muestran mejoras posteriores en el test de Raven.
Aún conociendo las discrepancias, podemos realizar algunas actividades cotidianas para mejorar nuestra capacidad de razonamiento y, así, nuestra inteligencia:
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