Dedicamos este artículo, a la "memoria a corto plazo" (MCP), la capacidad que permite mantener mentalmente una pequeña cantidad de información, que estará disponible durante un periodo corto de tiempo.
El concepto de memoria a corto plazo (MCP), se refiere a la capacidad para almacenar, mantener y recuperar cierta cantidad de información durante un corto periodo de tiempo (unos segundos). Esta capacidad es limitada, y cuando la información pasa a estar disponible por un tiempo indefinido, es cuando hablamos de memoria a largo plazo (MLP).
Esta división entre memoria a corto y a largo plazo se remonta al siglo XIX. En los años sesenta se desarrolla un modelo explicativo llamado “modelo modal” o “multialmacén”, que asume que todos los recuerdos transitan de una memoria a otra.
Otros autores sin embargo, proponen un modelo unitario, que emana de la dificultad para establecer límites entre MCP y MLP. En un experimento llevado a cabo por Nairne, J. S., & Dutta, A, se ponía de relieve que el patrón de errores en la recuperación de información 24 horas después era similar al de la memoria inmediata.
No obstante, la explicación a nivel biológico es más compleja, ya que el almacenamiento no se produce de forma física. Lo que el cerebro consolida en la memoria son “patrones de funcionamiento”, es decir, la forma en que grupos específicos de neuronas se activan cuando aprendemos una nueva información.
Posteriormente para recordar nuestro cerebro reactiva esos mismos patrones.
En general, las distintas teorías aceptan que la MCP y la memoria de trabajo (o memoria operativa) se refieren a conceptos diferenciados.
La memoria de trabajo es un proceso en el que intervienen el almacenamiento temporal y la manipulación de la información (este es el elemento diferencial), ya que la memoria a corto plazo no implica necesariamente manipulación.
Al establecerse una clasificación de tipos de memoria, se suele situar a la memoria de trabajo como una variante de memoria a corto plazo, que a su vez se compone de otros elementos.
Alan D. Baddeley y M.E. Hitch (1974) consideraron que la memoria del trabajo la componen:
Autores posteriores añadieron un buffer episódico que se encarga de relacionar la información con un episodio de tiempo concreto.
Dos aspectos ampliamente estudiados de la memoria a corto a plazo, son la duración y la capacidad.
Un experimento en 1959, llevado a cabo por Lloyd y Margaret Peterson pretendía conocer la duración de la memoria a corto plazo. Para averiguarlo les pidieron a varios sujetos que recordaran grupos de tres consonantes (por ejemplo, FMZ). Para evitar la memorización de las letras, les pidieron que contaran en voz alta hacia atrás comenzando desde el número 100, y de 3 en 3.
A los 3 segundos, sólo la mitad de las veces eran capaces de recordarlas correctamente, lo que les sugirió que sin un procesamiento activo, la duración de los recuerdos a corto plazo es limitada.
La memoria a corto plazo está limitada por la duración, pero también por la capacidad.
El clásico e influyente artículo de George Miller (1956) titulado The Magical Number Seven, Plus or Minus Two, sugería que la MCP humana tiene un span (capacidad) de memoria de aproximadamente siete elementos más/menos dos.
Algunos estudios recientes han demostrado que este "número mágico" de siete es bastante preciso cuando se ha probado en tests de recuerdo de listas de dígitos sobre muestras de estudiantes escolares. No obstante, el span de memoria varía en función de las poblaciones estudiadas y del material utilizado en los estudios.
Estos mismos estudios reflejan que puede facilitarse el recuerdo cuando las palabras son familiares o de uso frecuente, o cuando pertenecen a una misma categoría semántica (p.e. herramientas).
Por otra parte, también se han desarrollado diferentes instrumentos que permiten medir los componentes de la memoria de trabajo.
Distintas técnicas y tests de evaluación han permitido estimar esta capacidad, estos son algunos ejemplos:
Como venimos señalando en el presente artículo, las grandes diferencias entre la MCP y la MLP están en la el ámbito de la duración (tiempo en que se conserva la información) y la capacidad (siendo limitada para la MCP).
Sin embargo, la mayoría de modelos explicativos de la memoria humana las relaciona en cuanto a que el proceso para albergar información a largo plazo, requiere que transite previamente por la memoria a corto plazo.
Por este motivo, es ampliamente usado (como paralelismo) el funcionamiento de las memorias de los computadores, donde existe una memoria a corto plazo (memoria RAM) con la que trabaja el procesador y con una menor capacidad, y una memoria a largo plazo (disco duro) donde se almacena de forma masiva la información (que previamente ha pasado por la memoria RAM), y sólo es recuperada bajo demanda.
Cuando una persona experimenta pérdida de memoria a corto plazo, puede recordar incidentes de hace 20 años, pero los detalles que sucedieron hace 20 minutos son borrosos o han desaparecido por completo.
La falta de memoria no solo implica reducción del tiempo sino también de la cantidad de elementos retenidos.
Sufrir estos problemas además afecta a otros procesos de los que depende la memoria operativa, como la capacidad para resolver problemas o incluso de entender, al no poder ser retenida la cantidad de tiempo suficiente la información correspondiente.
Los ictus, traumatismos craneoencefálicos, tumores cerebrales y enfermedades neurodegenerativas son las principales causas de la pérdida de memoria a corto plazo pero también existen otras causas, quizás menos conocidas, como estas:
Esta capacidad, aunque limitada, es posible potenciarla y optimizarla, gracias a la capacidad plástica del cerebro, esta es la buena noticia. El entrenamiento permitirá que se generen nuevas conexiones y que éstas sean más eficientes, mejorando así por tanto, esta capacidad.
Este trabajo es posible llevarlo a cabo en el día a día, haciendo una simple adaptación de hábitos, por ejemplo, dependiendo menos de dispositivos electrónicos o ayudas externas a la memoria, con ejercicios cotidianos como memorizar números de teléfono o memorizar la agenda.
Una tarea cotidiana que también beneficia a estos procesos es la lectura. Con ella, además de utilizar varios procesos cognitivos, como la atención, el lenguaje o la memoria semántica (memoria a largo plazo), permite generar nuevos conocimientos que implica también a la memoria a corto plazo.
Otras actividades como la meditación o los movimientos oculares (según un estudio de la Universidad de Manchester) también se han relacionado con la mejora de la MCP.
Por supuesto, los hábitos saludables, como una buena alimentación, y sobre todo, el ejercicio físico, están estrechamente relacionados con la salud cerebral, y por tanto con unas mejores condiciones
También existen diferentes juegos que pueden estimular la memoria de trabajo. Tal es el caso de las palabras encadenadas, que ejercita nuestra memoria verbal, así como la velocidad de procesamiento y recuperación de información. Otro ejercicio para la memoria a corto plazo muy eficaz son los campos semánticos, consiste en elegir una categoría, como las frutas, y cada persona debe decir el nombre de una. Cuando le toque a la siguiente, debe recordar todas las frutas que se han dicho y añadir una nueva.
Por último, y como no podía ser de otra forma, debemos hacer mención a las plataformas de entrenamiento cognitivo, que a través de las TIC presentan tareas que permiten optimizar los distintos procesos cognitivos. Stimulus® ofrece un buen número de ejercicios que entrenan la memoria a corto plazo, muchos de ellos inspirados en tareas clásicas de entrenamiento, como n-back, spatial-span, o la tarea de Sternberg, entre otras.
Este artículo está muy relacionado con otros temas que ya hemos abordado en nuestro blog, y que posiblemente esté interesado en leer:
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